La pasarela valenciana apuesta por diseñadores jóvenes con talento en su 17 edición. Estuvimos allí y te lo contamos todo. Fotos: Curro Cañete

La diseñadora Elisabet Carlota, premio a los nuevos talentos en la VFW, junto a Julio Cobacho, Mauro y Arturo, vestidos con su colección
La ilusión cansa. Lo sabemos todos los que estuvimos en la Valencia Fashion Week, porque todos, absolutamente todos los que vivimos con intensidad ese programa repleto de diseñadores desconocidos, interesantes, jovencísimos, algunos consolidados, acabamos el sábado por la noche como Asier, muertos, agotados, derrengaditos, pero nos recuperamos. Nos recuperamos después de una cena y un par de copas de vino, puede que tres, quizá cuatro, y también se recuperaron las modelos, que casi no podían caminar después de tres días haciendo equilibrios sobre sus tacones altísimos, de aguja, pero que allí se plantaron, con los invitados y con los diseñadores, en esa fiesta final en una discoteca gigantesca, con palmeras, imposible, situada en el corazón de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, y allí, en esa discoteca que no parecía ser real pero que lo era, brindamos de nuevo por nuestro cansancio y por los sueños de estos jóvenes que quieren comerse el mundo, como Elisabet Carlota, que se llevó el premio a la mejor diseñadora de Proyecta (la sección dedicada a los jóvenes que empiezan), o Pedro Fernández, ganador a la mejor colección de la VFW. Los dos estaban tan felices en esa fiesta…
“Es que yo a veces pienso, me gustaría vestir más moderno, pero es que no sé, no sé cómo conjuntarme y no me atrevo. Yo no entiendo nada de moda, absolutamente nada, pero me gusta, y por ejemplo yo sé que algo es bueno cuando lo veo y digo ‘guauuuuu’”, decía Sergio, chófer por tres días, abogado de profesión, que entre viaje y viaje se metía a ver los desfiles, y que dijo ‘guauuuu’ varias veces (en el desfile de Alexis Carballosa, que resultó ganador del mejor estilismo, o en el de Alejandro Resta, por ejemplo, que no se llevó ningún premio pero que lo hubiera merecido) a lo largo de estos tres días en este convento céntrico, grande, con un claustro gótico precioso, un lugar en el que hace años meditaban los monjes y que estos días, lleno de jóvenes locos por la moda, ha demostrado tener más encanto, muchísimo más glamour, que cien pabellones de Ifema seguidos.
Sergio no sabía, porque es algo que resulta muy difícil de creer, que la única regla en moda es que no hay ninguna regla, y que cuando se atreva a ponerse lo que le dé la gana, según lo crea él y nadie más, será cuando haya acertado. Les dejamos algunas de las mejores imágenes de backstage de esta pasarela que terminó romántica, melancólicamente con la canción Unchained Melody y con lágrimas, las de María Cózar, que se emocionaba mientras la multitud veía, al otro lado del backstage, su precioso desfile. ¡Pasen y vean!
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